caminando el alma
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Vuelvo al camino, al
sendero de paz, al lugar calentito de mi diario íntimo.
Vuelvo al centro, al
caldero expectante, a la piedra preciosa que en él se encuentra.
Vuelvo a mi eje, que es
Él en mí, que soy yo en Él.
Vuelvo como un brote
que nace de un tronco aparentemente seco.
Vuelvo a mi casa, con
fe renovada, con ojos abiertos, dispuesta a no juzgar.
Vuelvo para oír
atentamente sólo los sonidos de la lucha,
Que son sólo voces que
buscan protagonismo y quieren ser escuchadas.
Vuelvo a observar los pensamientos
de toda clase y color,
que se agolpan desde
siglos, como olas en un lago sereno,
y enredan lo que es
naturalmente simple, transparente y limpio.
Vengo de una batalla de
miedo, separación y angustia.
Vengo de un ritual de
guerra y dolor.
Me siento a la orilla
de un torrente.
Dejo que el sol me
caliente la espalda, ilumine mi columna y entre en los huesos.
Apoyo la cabeza en la
piedra tibia, me duermo con el sonido de agua.
Sano al compartir con
otro el silencio del sol y la tierra.
El verdadero silencio
de cambio constante, de amor permanente.
La herida está cerrada.
Por hoy lo está,
Como pétalos que se
pliegan alrededor de su centro, apenas el amanecer se anuncia,
el gallo canta y la
luna se despide.
¿Dónde está la negrura
que hasta ahora me atormentó?
¿Dónde están los
juicios que como espadas se clavaban a mí alrededor?
¿Dónde están los
enemigos que me acosaban? ¿Dónde?
Se desvanecieron como
la niebla en el sol, como la oscuridad ante la luz,
como los fantasmas en
el día.
Fue una la decisión:
quiero ver tus ojos Señor. Y los ví en el otro.
Ese otro que me
acompaña en el sendero de paz, donde quiero que resida mi vida.
Aunque permanecer en él
implique atravesar nubes de humo negras,
Enfrentar monstruos
horribles y desencajados, oír sonidos de guerra y devastación.
Mabel Sara Benedini
(2012)